Ads by Smowtion.

jueves, 22 de octubre de 2009

ANOCHE FUE UNA DE ESAS NOCHES.

Pues sí. Anoche, como casi todas las noches, salvo aquéllas en las que me quedo dormido sin apenas darme cuenta, me disponía a emplear los últimos minutos del día en contaros cómo me había ido la jornada y todas esas pequeñas cosillas sin importancia, pero que, para nosotros, sí la tienen, y mucha.

Comencé a hacerlo, pero, como en otras ocasiones, y casi de repente, rememoré los últimos momentos que pasé en vuestra compañía, las últimas horas de vuestra existencia, y el terrible dolor que supuso para mí esa irrecuperable pérdida.

Como siempre, visioné, con meridiana claridad, las horas que precedieron al fatal desenlace. Igual que si fuera ayer mismo.

Las que pasé contigo en casa, Papá, junto a Mamá y a Tere, tras tantos y tantos años luchando contra la enfermedad, y tantos y tantos meses en el Hospital, mientras te ibas apagando poco a poco, sin remedio alguno. Las oraciones que recé, pidiendo a Dios que te permitiera, al menos, poder asistir a la Comunión de tu nieta Sandra.

Te había propuesto ir como fuera. Aunque no podías comer alimentos sólidos y aunque el simple hecho de permanecer en pié, te suponía una auténtica tortura. Ya tenías hasta el traje. Incluso, como ya he contado aquí, te lo probaste dos días antes, haciendo un esfuerzo sobrehumano. Mientras te agarraba la mano, me contabas lo ilusionado y nervioso que estabas con que llegara ese día, y poder estar al lado de tu idolatrada nieta, Sandra. Ésa a la que querías con auténtica locura. Y, por supuesto, sentarte junto a tu otro nieto, Iván, para ser testigo del acontecimiento. Me es imposible expresar con palabras, y mira que nunca me suelen faltar, la magnitud del amor que les profesabas. Eso no se puede contar. Hay que verlo para creerlo. Yo lo ví y es algo maravilloso.

La vida no es fácil para nadie y, en muchas ocasiones, las cosas no salen como uno quisiera. Y ésta fue una de ellas. Aguantaste hasta un día antes de la Comunión. Estoy convencido de que el deseo de ir a ella, te dio fuerzas para seguir adelante muchos días más. Pero no fue suficiente.

Después, y con un montón de lágrimas en los ojos, y en el alma también, te vi a ti mamá. Estabas tumbada en la cama del Hospital. Hablando conmigo, y con Tere, que no se separó ni un momento de allí. Soportando el dolor de una forma que nunca creí que fueras capaz. Al menos hasta el momento, no he conocido a nadie que se haya enfrentando a una situación similar, con la entereza que demostrasteis. Sin una lágrima en vuestros ojos. Con una fuerza de ánimo impresionante. Otros, entre los que me incluyo, se habrían derrumbado mucho antes. Vosotros os mantuvisteis serenos incluso en las horas más amargas.

Hasta justo un día antes de tu fallecimiento, estuviste hablando con nosotros. Se me partía el corazón cuando me hablabas sobre asuntos de los que, puesto que eras, al igual que papá, plenamente consciente y asumías perfectamente la gravedad de tu situación, debería hacerme pronto responsable.

Yo, aunque también conocía el inevitable, repentino e inesperado final, no quería oírte hablar de esos asuntos. Mi cabeza, o mi corazón, no lo sé, seguía intentando negar la realidad. Tú me sonreías y continuabas adelante con esas explicaciones, De forma increíblemente serena. Como si me estuvieras encargando que sacara una nota simple en el Registro de la Propiedad.

Durante las últimas horas, no tuvimos ocasión de hablar demasiado. Los sedantes no te dejaban hacerlo. Pero tu mirada, clavada en mis ojos, mientras permanecía sentado junto a tu cama, agarrando tu mano, era suficiente. Lo decía todo. Era una mirada de profundo amor, ése que siempre sentiste por tu único hijo y por tu querido marido. El mismo que yo te profesaba mamá. El mismo que aún siento por ti. El mismo que siempre sentiré hacia ambos. Y también el mismo que sentías hacia tus nietos. Ellos os siguen queriendo mucho. Y yo también.

Anoche, como otras tantas noches, lloré. Ahora, mientras escribo estas palabras también lo estoy haciendo. De tristeza, sí. Pero también de alegría, de una profunda alegría al volver a sentir vuestras miradas en mis ojos. Vuestra preocupación hacia todos nosotros. Vuestro inmenso cariño.

Y todo eso hizo que me durmiera muy contento, pensando en mis padres, en esos padres de los que me siento tan orgulloso. En esos padres que no seré capaz de olvidar mientras viva. Y con los que, por supuesto, seguiré hablando a diario.

Muchas gracias por todo Papás. Os quiero mucho, pero que mucho, mucho, mucho.

Nota: por cierto, dos cosillas. Sigo preparando esa sorpresa que, al menos eso espero, pronto os daré ( si mi trabajo me lo permite ). Y, por otro lado, deciros que esa " Carta de amor " que Sandra os escribió, la que presentó a un concurso en su Instituto ( la publiqué yo aquí en un post anterior ), y que, como ya os conté, resultó ser la ganadora del mismo, ha sido también publicada en la página web del Ayuntamiento. Ya supondréis lo contenta que está ella y lo orgulloso que yo me siento. Lo cierto es que es preciosa.

Se me olvidaba. He probado a introducir en Google, el buscador más utilizado en Internet, la frase " para los mejores padres del mundo ", y resulta que el primer resultado que arroja, es precisamente nuestro Blog.
Empleando un razonamiento lógico, hemos conseguido que el mencionado Google considere, como yo, que vosotros, Juan y Mari, sois LOS MEJORES PADRES DEL MUNDO.

No hay comentarios:

HAZ CLICK AQUÍ.